3ª Fase: Preparación para la acción y energetización:  

Resumo lo que hemos ido viendo en los dos artículos anteriores. He procurado describir desde el inicio, lo que va sucediéndole a una persona que padece trastorno alimentario, en el proceso de toma de conciencia de lo que le pasa hasta para poder pedir la ayuda que necesita y superar así esta enfermedad.

Hemos ido avanzando desde la falta de conciencia casi total, es decir, la negación del problema, hasta la apertura emocional que supone poder ir viendo esas conductas como síntomas de una enfermedad mental, y poder compartirlas para ser así miradas con menos miedo y más aceptación. De eso se va a desprender, que la persona deja de luchar contra el mundo para tapar el problema y deja de luchar contra el problema en solitario, momento en el cual su energía y su intención pueden enfocarse mejor a dejarse ayudar.

La preparación para la acción es la planificación mental de lo que va a pasar después, que deseablemente es el inicio del proceso terapéutico específico para superar el problema. Desde el punto de vista de la energetización, internamente se está creando energía disponible para esta acción.

La preparación para la acción es ese espacio de tiempo en el que la persona puede fantasear con la ayuda terapéutica, interesarse en cómo es y experimentar alivio al imaginarse sin trastorno.

Sucede esto porque la persona previamente ha dejado de gastar la energía en esconder el problema, ha dejado de resistirse y ha podido compartir lo que le sucede con otras personas cercanas, en ellas ha encontrado apoyo y comprensión y no se siente juzgada, tampoco exigida ni empujada. Todo ello ha producido una sensación de gran alivio y ahora toda esa energía está disponible para otra cosa.

La dimensión de la fantasía es importante en esta fase porque es un lugar interno idóneo para construir ese proyecto y activar la motivación para la recuperación. Esta motivación incluye la experiencia de ilusión/deseo; la gasolina del motor de cambio.

Proyectar: lanzar hacia delante, planificar, diseñar, concebir un plan para lograr algo. Este ejercicio es imprescindible y consiste en crear la imagen mental del “proyecto” del asunto, que es; la persona sin trastorno. Este trabajo, creado en la dimensión de la fantasía, no siempre es fácil. Es de gran ayuda poder ir a buscar al pasado a esa persona que un día no tuvo ningún asunto con su cuerpo ni con la comida, generalmente esa niña que en alguna dimensión de su experiencia también fue alegre y espontánea, se expresaba y se aceptaba sin reparos. Aunque a veces, bien porque la enfermedad empezó a manifestarse demasiado temprano, o bien porque la persona no conserva “aparentemente” recuerdos de su infancia, nos encontramos con que no existe internamente ninguna referencia al Sersin trastorno, donde la persona se pueda situar para proyectarse en el futuro, con lo que hay que construir una “identidad” de la que no se tienen referencias. Aunque esto también puede ser ilusionante, puesto que permite la libertad de descubrirse y reinventarse desde lo sano que reside en cada persona.

Mientras se construye mentalmente a “la persona sin trastorno”, la persona se va descubriendo y se va conectando con esas dimensiones suyas no vistas y no desarrolladas, todo el potencial humano está ahí esperando a ser descubierto.

La Gestalt, ya lo sabemos es una terapia del aquí y ahora y esto que expongo puede ser contradictorio con estos preceptos, es importante entender que todo este trabajo desde la terapia Gestalt consiste en traer aquí el pasado y traer aquí el futuro, para experienciar ahora lo que me sucede cuando lo hago, a nivel emocional y sensorial, para anclarlo e integrarlo en mi experiencia.

Por ello, todo va ocurriendo en contacto con lo emocional. Si te emocionas al imaginarte sana, te energetizas, si te entristeces al ver todas las cosas que no has hecho, te energetizas, si te enfadas con el bicho, te energetizas y todo eso te ayuda a caminar. Lo que se hace sólo desde la razón, tiende a quedarse solo en el coco y ahí los pensamientos sufren demasiadas amenazas como para permanecer intactos.

Emocionalmente es una fase convulsa, porque la persona está conectada con el enfado hacia “su bicho”, y con la ilusión de “matarlo”, de que desaparezca, y al mismo tiempo las conductas propias de la enfermedad están ahí. Aunque probablemente todo este camino ya haya producido cambios en los síntomas.

Si los síntomas no comprometen la salud, vale la pena la paciencia, contra mejor construida esté la motivación para el cambio, contra más espacio interno ocupe y mayor energía genere, cuanta más conciencia haya sobre el trastorno y mayor sea el contacto con los estados emocionales que se experimentan, mayores serán las posibilidades de superar el problema y volver e recuperar la vida.

El retroceso, lo evitativo:

Pero como casi todo, el camino no es lineal, lo que significa que en ciertos momentos va a haber que dar marcha atrás, para volver a revisar cosas que parecían superadas e integradas. La conciencia de enfermedad es fenomenológica; ahora está, ahora no está… es decir, que en ciertos momentos reaparecen las resistencias y los introyectos que hemos ido trabajando,  y hay que hacer un parón, para mirar qué ha ocurrido ahora para que la persona vuelva a necesitarlos.

Durante el transcurso de este proceso, el mecanismo de evitación del contacto protagonista es la retroflexión, que significa enviar la energía y la acción dirigida a la recuperación, hacia una misma, como si rebotara fuera y volviera al interior de la persona. Este mecanismo se presenta en forma de culpa y autoagresión. La culpa y la autoagresión bloquean, desenergetizan y dejan a la persona sin posibilidad de transformar su situación.

Todo lo que la familia debe hacer en este momento es ayudar a dirigir la energía hacia lo constructivo y lo positivo, y sobretodo no alimentar la culpa que la persona siente.

Ayuda mucho que existan espacios de expresión grupal que faciliten el contacto con la responsabilidad, para soltar la culpa a vivenciarse como un ser humano capaz de cuidarse y sostenerse. El grupo ayuda también a encontrar vínculos afectivos nutritivos, y a experimentar sentimientos compasivos que viajan de dentro a fuera y de fuera a dentro, y generan una conexión con el amor propio, básica para poder superar cualquier situación dolorosa.

Lo pedagógico:

Como estoy enfocándome en personas que aún no han empezado a realizar ningún proceso terapéutico especializado, pero están preparándose para ello, puede que estas personas sí estén haciendo terapia (como ya dijimos en los anteriores artículos) por otras razones o terapia para trabajar esto mismo de lo que hablo, aquí es de vital importancia el trabajo pedagógico o informativo. Ya sea desde el profesional, la asociación y grupo de ayuda o desde la familia informada previamente, se debe facilitar información veraz y completa sobre profesionales, tratamientos, intensidad, tipos de terapia y cosas que van a suceder, porque impiden las fantasías catastróficas que pueden generarse y paralizar.

Hemos de pensar que este trastorno mental tiene un ingrediente que complica la toma de conciencia, es lo fóbico. El miedo patológico a engordar, paraliza a cualquier persona a recibir tratamiento, así que lo pedagógico también consiste en tranquilizar respecto a esto. Apunto que el tratamiento no pretende engordar a nadie, de hecho esto sólo ocurre cuando hay infrapeso y está influyendo en la salud.

También es importante saber que el organismo tiende al equilibrio y por tanto, en un tiempo prudencial, cuando los procesos de nutrición organísmica basados en las sensaciones de hambre y saciedad están reestablecidos, el peso corporal se estabiliza.

Al mismo tiempo, es posible iniciar un proceso terapéutico con miedo, sí con miedo a engordar, puesto que la conciencia nos recuerda que ese miedo le pertenece al bicho y por tanto a medida que este vaya desapareciendo, el miedo morirá con él.

Y resumiendo; ¿Que hacemos aquí?

Si sois familiares, lo más importante en esta fase del proceso es estar disponibles e informados.

Empatizar, facilitar, permitir sus emociones para ayudar a su apertura y expresión. Esto libera la energía necesaria para pasar a la acción.

Sostenerla cuando ella no se sienta capaz. Empatizar; es decir escuchar y comprender su dolor, su enfado, su tristeza.

Acompañar, poniéndonos al lado, ni delante, ni detrás y estar disponibles para escuchar.

Reforzar los pasos que la persona da.

Facilitar la ayuda terapéutica, ponérselo fácil a la persona si nos lo pide, preparar el terreno, sin empujar.

Informarnos bien. Tener la información y los recursos disponibles para cuando sea necesario ponerse en marcha.

Transmitir absoluta confianza en los profesionales de los que se habla.

Es importante entender, por parte de la familia, que no hay un tratamiento bueno y uno malo y que la elección del centro o profesional es el 50% de la recuperación, el otro 50% está en manos de la persona que confía, se deja ayudar y colabora con su proceso.