Si esta situación te ha cogido en plena recuperación de un trastorno alimentario, saliendo de un centro de tratamiento o recibiendo psicoterapia, con sintomatología leve y todavía estando atenta a seguir con las pautas alimentarias recibidas por los profesionales, estas orientaciones te pueden servir para continuar con tu proceso de recuperación.
Lo que estamos viviendo todos y todas es nuevo. Ninguna de nosotras sabemos nada sobre cómo vamos a ir afrontando la situación, no nos ha ocurrido antes. Lo único que sabemos es que todo lo nuevo representa un cierto reto, nos saca de nuestro espacio seguro, conocido.
Bien, ante lo nuevo, estamos viendo como algunas personas se renuevan y algunas otras se angustian, en una misma situación cada persona proyecta una respuesta distinta. Hablo aquí sólo de aquellas y aquellos que no estén sufriendo objetivamente una situación de falta de salud, pérdida de seres queridos o falta de recursos, ahí, el sufrimiento, dolor, angustia son una respuesta casi inevitable, no hay espacio para otros asuntos y sólo cabe el acompañamiento respetuoso de ese proceso.
Dicho esto y para el resto, experimentamos cosas comunes; estamos confinadas en casa, solas o acompañadas y lo estamos porque fuera de casa existe un peligro real, el de contagiarnos y a su vez contagiar a otros, nuestra necesidad básica de tener salud y de sentirnos seguras no está, en estos momentos, garantizada. Para algunas de nosotras, tampoco lo está la necesidad básica de sustento económico y para todas y todos nosotros nuestra necesidad de afecto, contacto y socialización, están satisfechas sólo a medias. Sin mencionar la sensación real de falta de libertad.
Maslow decía que las necesidades que tenemos los seres humanos son jerárquicas, si las más básicas no están satisfechas no podemos acceder a satisfacer las siguientes; desde las básicas de alimento y salud, pasando por las de afecto y reconocimiento y terminando por las de trascendencia o espiritualidad.
Si parte de estas necesidades no las estamos pudiendo satisfacer como siempre lo hemos hecho hasta ahora, mucha parte de nuestra energía está comprometida en resolver eso, como no podemos resolverlo o no del todo, la energía no se libera, produciéndonos ansiedad y angustia. Si tienes un trastorno alimentario, tiendes a aliviar la ansiedad comiendo o dejando de comer, atendiendo al cuerpo físico y no a lo que te sucede realmente.
La insatisfacción de necesidades va acompañada de emociones; miedo, enfado o tristeza, puedo tener miedo de enfermar o de que alguien querido enferme, puedo estar enfadada con la situación, rechazarla y puedo sentirme triste porque echo de menos a alguien o algo que era importante para mí y que ahora no está a mi alcance. Todo esto, es muy probable que te esté pasando y es posible que en algunos momentos te produzca inquietud, angustia y a veces ansiedad. Está bien.
Toma esto como una pista; es decir, es necesario preguntarnos que estamos echando en falta y que emoción nos produce eso. Si puedes identificarla te aliviará y sobretodo si te la permites y le das espacio interno, sin juicios, es decir; si me doy cuenta de que necesito contacto con alguien puedo buscarlo por videollamada y puedo, si hago uso de la transparencia, decírselo; te echo de menos. Si estoy enfadada con la situación puedo darme el gusto de gritarlo, tirar o golpear unos cojines, patalear… si, si estoy enfadada me enfado y si estoy triste lloro. Y si tengo miedo, el mejor antídoto es pedir consuelo a alguien querido, decirle; tengo miedo, si puedo físicamente acurrucarme mucho mejor, si no, hago como si; como si me dejara abrazar, como si me dejara proteger. Sienta muy bien hacerse caso.
Hay algunas herramientas que existen para recordarnos que somos lo que sentimos, como la música, úsala para que haga de caja de resonancia de tus emociones o la pintura que puede ayudarte mucho a expresar lo que no sale con palabras, crea tus propias obras y deja que hablen por ti.
¿Qué pasa si todo esto no me sirve para aliviar mi angustia? La ansiedad y la angustia son energía de más, que se queda dentro del propio cuerpo, no encuentra la puerta por la que salir y se coloca en nuestra musculatura, la tensa, esa tensión impide aún más que la energía salga puesto que el cuerpo se pone rígido y se cierra más. Para ello, mueve el cuerpo; realiza un trabajo corporal con cierta intensidad, baila o haz zumba, algo con lo que puedas dejarte ir, nada técnico ni complejo, no sirve calmarte con meditación si estás nerviosa, sólo pospondrás la ansiedad para más tarde, se trata de abrir y que la energía circule y buscar un cierto estado de éxtasis en el sentido de quedar extasiada, rendida, cansada, satisfecha. Ahora sí, después de esto, es el momento de meditar, acompañar la relajación que se ha dado, sentir y habitar la calma e incluso buscar un mayor contacto emocional ahora que mi cuerpo se ha ablandado. Si puedes haz esto por la tarde, antes de cenar, dormirás mucho mejor.
Recuerda cosas muy básicas, si respondes a la ansiedad con la comida, vuelves a activar el círculo vicioso que hace que creas que la comida es la culpable de tu ansiedad o angustia. Por eso es importante que respetes tus rituales de autocuidado como si fueran sagrados: los horarios de las comidas, cantidades y diversidad, así como las tareas de higiene personal que te sirven para mantener la actitud de cuidado y respeto de ti misma.
No te culpes si en algún momento has tendido a comer más de lo habitual, la culpa y no la comida, es el interruptor de un atracón. Ten compasión contigo, más aún en estos momentos.
Aprovecha para prescindir de rutinas automáticas que hagas sin contar con tu propio deseo, recuerda que gran parte de lo neurótico tiene que ver con los “tengo que y los debería” que hemos engullido y nos han apartado de nuestros propios “quiero, me gustaría”. Por ello ralentízate lo suficiente como para poner más atención y consciencia a cada cosa que haces, aprovecha que ahora no hay expectativas o no tantas y que cada momento cuenta solo porque existe.
Y por supuesto, pide ayuda siempre que la necesites.